jueves, 29 de marzo de 2012

Simbología y mitología de los signos del zodiaco: Virgo


El signo es representado por la Virgen, que muestra una espiga de oro en una mano. De ahí su conexión con las cosechas, como también con el trabajo para producirlas. Es la única figura femenina del zodíaco y da la idea de pureza y perfección. Cuando se consideran las cualidades que posee Virgo, la mujer ha progresado a través, de su femineidad primitiva ( Tauro) y de la maternidad ( Cáncer), para pasar a un estado más mental y práctico.

La tradición indica que en una época habían sólo diez signos, Virgo y Escorpio eran uno sólo. Con el tiempo se dividieron en dos, dando lugar a la inserción de Libra y se dice que provienen de la acostumbrada forma a enroscarse de la serpiente. El símbolo de Virgo junto al de Escorpio son muy parecidos salvo en su parte final. Las terminaciones de ambos signos, son característicos del principio masculino y femenino. En Mesopotamia la consideraban como una diosa que tenía la función de mediar entre el espíritu y la materia, así como la de unir la inteligencia con las necesidades de la vida. Se relacionaba con la procreación.

El rito exigía que la mujer entregara su virginidad a la diosa con el fin de atraer la fertilidad. Según Hesíodo, Virgo ( también llamada Astrea), era hija de Zeus y Temis. Diosa de la justicia que cuando terminó la edad de oro y los hombres desafiaron su autoridad, regresó disgustada al firmamento. El mito representa el sexto trabajo de Hércules que consistía en recuperar el cinturón de Hipólita para los dioses.

El término “virgo” en su significado original no tiene que ver con la virginidad sexual. El vocablo significa sencillamente una mujer que no se casó, o sea una mujer que no pertenece a un hombre, que no es esposa de nadie y cuya identidad le pertenece. Nadie es dueña de ella. Nadie la complementa.

En la mitología abundan las diosas vírgenes y muchas de ellas, paradójicamente vírgenes y fecundadas, no por un mortal sino por el espíritu o algo numinoso o incorpóreo que proviene de su interior o de lo alto. Se convierten en vasos para que nazca un niño divino.
Una de estas diosas virginales es Perséfone, figura relacionada con el signo de Virgo.
Deméter y Perséfone (Ceres y Proserpina para los romanos) son las diosas gemelas percibidas como madre-hija, que representaban para los pueblos de la antigüedad los poderes de la naturaleza, su transformación y su emergencia cíclica.

Los Misterios Eleusinos que se celebraban en honor a estas Diosas eran ritos de pasaje o iniciación para vivenciar nuevos estados de conciencia y una percepción de la vida que surge de la muerte. Durante dos mil años, hasta la llegada del cristianismo, fueron los rituales más sagrados de la Grecia Antigua.

Tenemos conocimiento de este mito por los poetas griegos de la segunda mitad del primer milenio a.C. que tomaron el mito de una tradición oral anterior, varios siglos después de las invasiones de guerreros nómades, producidas durante la Edad de Bronce y de Hierro. Estos pueblos invasores, aqueos y dorios, conquistaron la cultura de la Diosa agrícola e introdujeron reformas sociales y religiosas colocando a Deméter, Perséfone y otras deidades bajo la influencia de Zeus, Poseidón y Hades.

El culto a Deméter y Perséfone continuó en la cultura helena que surgió luego de las conquistas, porque la mentalidad sagrada de los dioses guerreros no poseía una cosmovisión tan desarrollada sobre los misterios de la vida, la muerte y el renacimiento.

Las versiones griegas cuentan que Hades, dios que rige en el Tártaro o Mundo de los Muertos secuestra a Koré-Perséfone, la doncella, la hija primaveral de Deméter cuando recogía flores en una pradera acompañada de un cortejo de ninfas, para hacerla su esposa a la fuerza.

Hades, que ya había dirigido su mirada hacia Perséfone, planta una flor bellísima donde ella pueda verla. Se trata de un narciso que está asociado con la muerte. Tan pronto ella recoge la flor, el suelo se abre bajo sus pies y llega el Señor del Mundo Inferior, en su carruaje dorado tirado por negros caballos. La rapta y la obliga a un matrimonio letal. Hades ofrece a Perséfone la fruta del mundo subterráneo, la granada, que es símbolo de fertilidad.

En el mundo de las profundidades Koré se convierte en la Reina de los muertos y toma el nombre de Perséfone.

En los relatos se destaca el dolor de Deméter, diosa de la fértil Tierra, ante la desaparición de su hija y su búsqueda desesperada.

La diosa fértil abandona el Olimpo y comienza a buscar a su hija, la doncella Koré durante nueve días y noches, sin beber ni comer. En su peregrinaje la acompaña Hécate, la diosa de las Encrucijadas (o la Anciana Sabia, que con la Doncella y la Madre forman la Triple Diosa pre-patriarcal).

Deméter se viste de negro en señal de duelo, transformando su belleza y esplendor divino en la imagen de una madre humana angustiada.

En su peregrinaje llega a la casa de la reina Metanira en Eleusis y es tomada como nodriza del hijo menor de la reina. En agradecimiento por la hospitalidad Deméter decide convertir al niño en inmortal, colocándolo en el fuego sagrado. Pero la reina asustada interrumpe el proceso y la Diosa le revela su verdadera identidad y le da indicaciones para que se construya su templo en Eleusis donde se llevarán a cabo sus misterios sagrados. Además, entrega a Triptólemo, otro hijo de la reina, un carro tirado por serpientes y le da semillas para que difunda uno de sus mayores dones: la agricultura.

El joven príncipe le había dado información sobre el rapto de Koré, presenciado por sus hermanos que vieron cómo se abría la tierra para que entrara un carro tirado por corceles negros. El rostro del conductor era invisible y con el brazo derecho sujetaba fuertemente a una muchacha que gritaba. Con esa información, Deméter y Hécate van ante Helios, el dios sol “que todo lo ve” para que admita ante ellas quién es el raptor. Helios confirma la sospecha de Deméter: Hades, el hermano de Zeus es el secuestrador de Koré.

Deméter está tan indignada que deja de sustentar la vida, impidiendo que florezca sobre la tierra. Zeus envía regalos y mensajes a Deméter para que deponga su actitud y acepte los hechos, es decir su voluntad y la de su hermano. Pero ella responde que la tierra seguirá siendo estéril hasta que su hija sea devuelta.

Entonces Zeus ordena a su hermano Hades que devuelva a Koré y también le dice a Deméter que su hija le será devuelta, siempre y cuando, no hubiese probado la comida de los muertos.

Mientras tanto, en el Tártaro, Perséfone llora continuamente, negándose a comer o beber los manjares que Hades le ofrece. Entonces el astuto Hades le dice que la dejará en libertad porque ve que es desdichada y su madre llora por ella. Koré deja de llorar y acepta las semillas de una granada que Hades le ofrece. El dios Hermes es el encargado de ir a buscar a Perséfone.

Finalmente, en la ciudad de Eleusis, se reencuentran madre e hija. Pero Koré-Perséfone había comido la granada en el mundo de los muertos quedando así vinculada a Hades. Entonces se llega a un acuerdo: Perséfone pasará un tercio del año con Hades en el Tártaro y el resto del año con Deméter sobre la faz de la tierra. Hécate se encargará personalmente de la protección de Perséfone ofreciéndose como garante para hacer que el pacto se cumpla.

Koré es la diosa de la primavera. Es la hija de Deméter, la diosa de la cosecha y vive con su madre en un mundo sensual y maternal. Su vida está ceñida por los sentidos y mientras conozca la denominación, el orden y las pautas de todas las cosas, su mundo le ofrece protección y resguardo. La madre-hija con su atadura no permite el ingreso de ninguno de los hombres terribles que podrían destruir esta seguridad y este orden.

Después de educar, iniciar e impulsar a la Hija, Deméter se repliega asumiendo su faz de Hécate, diosa otoñal e invernal de la tierra y de las encrucijadas. En este sentido, ella no es una madre desesperada ni una mujer atormentada por la pérdida, sino una Anciana Sabia oculta en las raíces y en las hierbas curativas, debajo de la tierra y dentro de las cuevas donde la vida se refugia hasta que el ciclo de vida se complete.
 
En analogía con el grano de trigo: Koré, representaría el grano verde (la doncella), 
Perséfone, la espiga madura (la amante), y Hécate, el grano cosechado (la anciana sabia). Deméter, diosa de las cosechas o de la agricultura, simboliza los poderes de la naturaleza, su transformación y emergencia cíclica. Nos habla de la vida en su eterno ciclo de nacimiento, muerte y resurrección.


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